1999. Memoria de América
Sala Centro Cultural Montecarmelo, Santiago de Chile
Memoria de América
“ Al apelar a todas las esferas del mundo para edificar su salvación, la vida se dirige también a la materialidad del universo, a la presencia física de seres y objetos, e invoca de ellos la revelación sobre la que construir una certeza. Adivina que, la opacidad de cosas en que la frecuentación rutinaria los erige, puede ocultarse en ellos una clave que resulte posible discernir, al liberarlos de su servidumbre cotidiana”.
Ricardo Martín-Crosa
Beatriz Moreiro ha encontrado en América ese horizonte del cual nos habla nuestro desaparecido crítico Ricardo Martín-Crosa; el destino la va a ubicar en un lugar providencial donde va a vivir una experiencia creativa singular. Ese lugar y territorio es la provincia del Chaco, situado en el corazón selvático de América del Sur. Es allí donde Beatriz hallará la clave estética de la relación que suscita ese encuentro con la naturaleza, entendiendo con ello la dimensión espiritual que buscaba Piet Mondrián, Paul Klee, y el mismo Leonardo cuando investigaban las “constantes armónicas de la naturaleza”. La presencia física de un entorno, los seres vivos que se manifiestan en el espíritu de las formas, y que la artista devela descubriendo la clave estructural en el misterio de la creación a través de sus sentidos.
Así llegamos a comprender la intención de esta serie de trabajos que denomina Beatriz Moreiro “Memoria de América”, y que desde la investigación sistemática del lenguaje gráfico, nos llega con una originalidad de lectura visual (rollos horizontales con escritura gráfica) donde la narración se desenvuelve en una narración que muestra esa infinitud dimensional que es América.
Al imprimir la obra de ambos lados, Moreiro establece una ruptura con el uso tradicional del soporte. Las impresiones sobre papel se repiten en el anverso y reverso. Imprimiendo con papel impreso, las impresiones fragmentadas, este fenómeno nos habla de la dimensión espacial y temporal.
La idea de sucesión y repetición, nos conduce a un minimal seriado como la música de Philip Glass.
Las imágenes conforman una taxonomía: semillas, ramas, frutos, libélulas, avispas, que construyen el repertorio de imágenes que indican ese lugar físico, la atmósfera de vida, y percepción de un universo mágico del cual habla Miguel Angel Asturias en sus “Leyendas Guatemaltecas”.
El registro del color, la pulpa del papel con fibrillas como cabellos sueltos entre otras fibras hechas folios, nos conducen a un universo personal donde la grabadora intenta multiplicar los efectos de una sensación particularmente regional. Tomemos también la referencia a los códices mayas, y a las exuberancia fitomórfica de sus símbolos. Hallaremos en esta especie de códices una relación con la crónica actual de América, la que nos cupe descubrir nuevamente y que se presenta ante nuestra mirada con el misterio ancestral del que nos han hablado los viajeros, exploradores, cronistas, y sobre todo los artistas que crearon un nuevo territorio estético. El Chaco en el encuentro de grabadores y escultores, nos propone una mirada diferente, un lugar para inquirir sobre nuestra historia cultural. He aquí Beatriz Moreiro a una de sus representantes genuinas.
Rosa Faccaro
de la Asociación Argentina e Internacional de Críticos de Arte